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Arduengo y la filosofía asturiana
 

Arduengo y la historia de la filosofía asturiana

Arduengo

Jose B. Arduengo Caso publicó en 1983 un libro que ya se ha convertido en objeto de búsqueda desesperada para coleccionistas e interesados. Pensamiento asturiano (primera historia de filosofía asturiana) fue escrito inicialmente por encargo de la ya desaparecida Editorial Ayalga, con destino a su Colección Popular Asturiana. Pero esta editorial, que estaba radicada en Salinas, una vez que Arduengo les hubo remitido el original, decidió no publicarlo. Como mediaba un contrato de edición y Arduengo, además de profesor de filosofía en el Instituto de Bachillerato Calderón de la Barca de Gijón, ejercía como abogado, no tardó en pleitear con la editorial. La justicia determinó que la editorial debía cumplir su compromiso de publicar el libro, o en su defecto indemnizar al autor con una cantidad suficiente como para que éste pudiera realizar la edición. La editorial prefirió esta segunda fórmula y el libro fue editado por su mismo autor, que al hacerlo buscó que su libro adoptase un diseño similar al de la colección que no quiso admitirlo: de hecho se imprimió en los mismos talleres que solía utilizar Ayalga: Imprenta Love, de Gijón (Depósito legal 0-2091-1983, ISBN 84-398-0022-3).

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El libro tiene 419 páginas, y su cubierta está dominada por la imagen de una lechuza, de cuyos ojos salen unas líneas cual rayos que han iluminado distintos puntos del mapa de Asturias, donde en lugar de nombres de lugares aparecen los de los siguientes autores (de occidente a oriente): Campoamor, Campomanes, Estanislao Sánchez Calvo, Alvaro de Oviedo, Feijoo, Granell, Cimadevilla, P. Barbado, Jovellanos, Gaos, Fr. Ceferino González, Caravia, Vázquez de Mella, A. Pidal y Mon, García Vela y Beato de Liebana (este último invadiendo la Provincia de Santander, que al fin y al cabo otrora fuera Asturias de Santillana). En la cubierta posterior del libro, el autor reconoce que su libro ha sido elaborado sin agobios de tiempo: «Por primera vez el autor hizo un estudio de la religión de los asturianos en todas las coordenadas espacio-temporales. Ahora realiza el primer estudio de la Historia de la Filosofía Asturiana; con la diferencia de que el primer estudio era imposición de una Editorial y en el breve espacio de dos meses terminales de un curso para un profesor y el tema actual es de libre elección y con margen temporal para su realización.»

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Se refiere Arduengo a su libro anterior, La religión de los asturianos, publicado en 1976 (edición del autor, Imprenta Love, Gijón, depósito legal O-1029/76, ISBN 84-400-2209-3, 83 páginas). En la contraportada de este otro libro dice su autor: «Por primera vez se hace un estudio de la religión de Asturias en todas las coordenadas temporales. José Arduengo, con vivencias religiosas, durante estudios de Teología y Filosofía en las Universidades Pontificias de Salamanca y Comillas y arreligiosas, durante años de residencia en América, como el Paez de Clarín -vivencias contrastadas- escribe.» En un Pórtico colocado al inicio de este libro su autor describe la perspectiva en la que pretende mantenerse: «Al antropólogo, como tal, no le corresponde pronunciarse sobre la verdad o falsedad del pensamiento religioso. Para él, las creencias religiosas son hechos sociológicos no teológicos.» El final del libro lo constituye un capítulo titulado La Asturianía: «¿Qué papel ocupa en la espiritualidad asturiana, en la asturianía, la religión? Ocupa un puesto importante pero con una religiosidad sui generis condicionada por antecedentes históricos (panteísmo inicial de los primeros pobladores con culto a los bosques, a las fuentes, a los montes), nuestra fidelidad a una historia propia y correspondiente a región cerrada por montañas agrestes e inexpugnables, por murallas naturales que nos separaron durante siglos del resto de España, aunque hayamos gestado a Castilla y sobre todo por nuestra erspecial idiosincrasia de profundo amor a la tierra que nos vio nacer. El asturiano rinde culto a la madre tierra. [...] Una religiosidad con gaitas y tambores, lanzando al aire los alegres sones de romería.»

El libro de Arduengo no pasó desapercibido para la crítica especializada. El lector sin duda agradecerá que ofrezcamos aquí de forma íntegra la reseña que publicó Gustavo Bueno Sánchez, profesor de Historia de la Filosofía española de la Universidad de Oviedo, en la revista El Basilisco (Oviedo, número 16 [último número de la primera época de esta revista], septiembre 1983-octubre 1984, páginas 87-88):

«Pensamiento asturiano (primera historia de filosofía asturiana). José B. Arduengo Caso. Autor. Gijón, 1983. 419 pp.
 Mientras que el viejo problema de la posibilidad de existencia de las historias nacionales de la filosofía, con sus consecuencias de orden práctico y reivindicativo, mantenía aún su presencia al tratar de la filosofía española, y mientras la Asociación Para el Progreso de las Ciencias aún aspiraba a terminar el inacabado corpus iniciado por Bonilla, la nueva realidad político social económico administrativa del momento, consecuencia de la constitución de la España de las 17 Comunidades Autónomas, prometía la atomización de la cuestión más o menos pronto.
 Y ha sido Asturias, una vez más, de las pioneras (como en sus géneros fueron pioneras la Gran Enciclopedia Asturiana o la revista Asturias Semanal) en lo que a historias de la filosofía autonómicas se refiere. Nos referimos a un libro de 419 pgs. del que es autor José B. Arduengo Caso, profesor de Filosofía de un Instituto de Gijón, que lleva por título Pensamiento asturiano (primera historia de filosofía asturiana). La edición está muy dignamente presentada, con una maqueta y diseño que hacen que a primera vista se confunda con un volumen más de una popular colección de libros sobre temas asturianos.
 Esta primera historia de la filosofía asturiana consta de una introducción y dos partes, la una dedicada a la Filosofía Académica y la otra a la Filosofía Mundana. En la introducción el autor reivindica, con el «cuasi-asturiano» Gumersindo Laverde, la deuda que la Filosofía Española (en cuanto institución) tiene para con Asturias. Se queja el autor de la mínima presencia que en las Facultades de Filosofía tiene hoy la Historia de la Filosofía Española (aunque se olvida precisamente de que en la Universidad de Oviedo sí se imparte dicha disciplina en 5º curso de Filosofía) y consciente de la escalada de las autonomías va más lejos de la aparente exaltación de lo regional, pues «tal exaltación se limita a lo superficial y a lo político jurídico y a todo más a implicaciones económicas, pero nunca se atiende a lo radical, a lo básico, a las auténticas raíces de nuestro pensar... El quehacer en este campo es labor titánica, si no queremos sucumbir al cosmopolitismo híbrido y superficial».
 Arduengo hace una interpretación original de la tradicional distinción entre filosofía académica y mundana. Así en la primera parte del libro (pgs. 21 a 346), la «filosofía académica» se traduce en una visión global del «historiar de las ideas principalmente filosóficas en Asturias», que incluye el análisis de los «penosos y tardíos comienzos de la filosofía en Asturias» (con la consiguiente recuperación del obispo de Avila, Prisciliano), y sobre todo en los datos biobibliográficos por orden alfabético de «todos los pensadores asturianos desde Beato de Liebana a Alfredo Deaño» (como criterio adopta el de excluir a los filósofos asturianos vivos, aunque incluye a Manuel Granell y a don Pedro Caravia, por ya no productivos). No aportan gran cosa las 165 biografías de autores (dato que hago constar para envidia de otras Comunidades Autónomas), toda vez que no contienen más datos que los extraídos de la bibliografía de consulta más general al uso (salvo algunos testimonios particulares de autores actuales nada relevantes).
 La segunda parte del libro (desgraciadamente más breve, págs. 349 a 415), la dedicada a la «filosofía mundana», es la más interesante y original; y a la par la que más puede aportar para, a través de la filosofía, llegar a calar profundamente en las perdidas señas de identidad asturianas que se lucha por recuperar. «Esta filosofía está inscrita en el pueblo», y de aquí los apartados dedicados a «Filosofía y pueblo: refranero» y «Filosofía y pueblo: romancero». A través del refranero -«Asturias en la Paremiología ocupa un lugar excepcional»- realiza José B. Arduengo brillantemente una sistematización del pensamiento asturiano. Así, dentro de la Lógica, y sólo como ejemplos cita, como muestra del carácter práctico tendente a remover sofismas. «El que quiera saber qu'estudie», «Faciendo y desfaciendo va la neña deprendiendo», «Onde les letres falen, barbes callen», «Faló el güe y dixo imu!», «El que nun oye conseyu, non llega a vieyu» o «Burru fó Perico a Uviedo, burru fó y burru vieno». Las apariencias quedan de manifiesto con «Ojo, que la vista engaña» o «Non ye oru tou lo que relluz». Las teorías de la verdad se reducen al «La verdá non tién más quún camín». El error a «Gatu escamáu, al agua fría y tién mieu» y la inducción a «A ti te lo digo Noyu, entiéndelo Genoyu».
 La Ontología asturiana, en particular el principio de causalidad, se manifiesta para Arduengo en esta su primera historia de la filosofía asturiana en máximas como «De padres gochos, fios marranos» o «Nunca pudo salir de mala sangre, bona morciella». En Teoría del Conocimiento la filosofía mundana asturiana iría contra el innatismo: «Nadie nace enseñáu»; contra la ceguera intelectual: «El que non sabe ye com el que non ve» e incluso encierra la duda metódica: «El que non duda, no sabe cosa alguna.»
 La Cosmología fue, según Arduengo, tema de especial consideración por el pueblo asturiano: «El muertu en el cementeriu y el fraile en el monasteriu.» «Con el tiempo y una caña serás el amu de España», o el muy asturiano «El tiempo es oro». La Psicología se halla muy presente en esta filosofía mundana, temas como la memoria: «El que nun ten memoria ten que tener pernas»; el instinto: «La cabra tira al monte»; el sentimiento: «Cada loco con su tema»; la voluntad: «Querer es poder» o el temperamento: «Genio y figura hasta la sepultura». En Teodicea Asturias siempre ha dado testimonio de los atributos y la providencia de Dios (por este apartado Arduengo podría haber tenido problemas hace años): «A cada un lo suyu y a Dios lo de toos», «Dios castiga sin palu ni piedra», «Dios da nueces a quien no tien dientes», «Dios aprieta pero no afuega», «A Dios rogando y con el mazu dando». Por el espacio que le dedica se puede deducir la gran importancia que tiene la Etica de la filosofía asturiana según Arduengo: «Al gochu gordu untai el rabu», «Asturianín con dineru y gallegu con mundiu pa jodelu», «La avaricia rompe el sacu».
 Tras esta suerte de rudimentos de curso general de filosofía asturiana, termina esta impresionante «Primera historia de filosofía asturiana» con unas consideraciones sobre la Filosofía y los romances y la literatura, incluso la literatura en bable.
 Como el lector puede suponer, estamos deseando que autores de todas las comunidades autónomas (nacionalidades o regiones) del Estado español sigan el ejemplo de José B. Arduengo Caso y traten de realizar la recuperación filosófica de sus señas de identidad, para provecho de algunos y regocijo de todos. Gustavo Bueno Sánchez.»

Por nuestra parte nos hemos entretenido en hacer unos cálculos a partir del libro de Arduengo, y brindamos los resultados a nuestros ociosos lectores. Se centran en la parte del libro que se titula Nómina incompleta de autores asturianos que cultivaron la filosofía (páginas 96 a 346), en la que incorpora Arduengo 165 entradas. Convendrá advertir que lo que sigue no se refiere tanto a la historia de la filosofía asturiana cuanto a la historia de la filosofía asturiana según Arduengo. Son 165 filósofos asturianos los que merecen la atención de Arduengo, a los que dedica en total 3.660 centímetros de texto.

Por sexo. En la nómina de 165 autores que ofrece Arduengo sólo figura una mujer (a la que dedica 5 centímetros de texto). Se trata de Pura García Arias (1888-1934, maestra que fue bibliotecaria durante dieciséis años en la Junta de Ampliación de Estudios, donde al parecer enseñó Lógica y Psicología). Sin duda Arduengo rebuscó para que no pudiera decirse que absolutamente todos los autores considerados eran hombres, y dejar abierta así una puerta a posibles estudios de género (femenino). Pero donde no hay no se puede sacar... [El presente ya difiere de la historia: cuando otro Arduengo prepare dentro de unos años nómina similar, podrá ya incorporar asturianas, brillantes doctoras en filosofía, como las profesoras Elena Ronzón o Carmen Baños Pino, por ejemplo.]

Por profesión. De los 165 autores un 58% son clérigos y el 42% restante civiles. A pesar del mayor número de clérigos, suman 95, Arduengo les dedica menos espacio (1.250 cms, el 34%) que a los 70 civiles (2.410 cms, el 66%). Los que más abundan entre esos 95 clérigos son los dominicos, de los que figuran 38 (un 23% del total de 165 filósofos, les dedica 530 cms); aparecen también 9 jesuitas, 8 agustinos, 3 franciscanos, 2 carmelitas, 2 bernardos, un cisterciense, un benedictino (Feijoo) y el resto presbíteros sin otra religión en particular. Arduengo, quizá para que no todo fueran cristianos católicos como Dios manda, incorpora en su nómina un protestante, pues con cierta manga ancha hace a Juan de Valdés oriundo de Asturias. No cabe duda, Asturias fue tierra de dominicos, y el Cardenal Zeferino González el más ilustre. De entre los civiles predominan los juristas y políticos, algún profesor y sólo tres médicos (Gaspar Casal, Ildefonso Martínez y Gumersindo Valle).

Por siglos. El autor con más solera de esa nómina de los 165 es el obispo Don Pelayo, el más joven Alfredo Deaño (1944-1977). Los más abundantes, como es natural, son autores del siglo XIX (un total de 99, el 60%, a los que se dedican 1.985 cms, un 54%). Siguen los autores del siglo XVIII (son 22, un 13%; se les dedican 519 cms, un 14%). Del siglo XX figuran 19 nombres (un 12%, a los que se dedica más espacio relativo, 821 cms, un 22%). El resto son 14 autores del siglo XVII y otros 11 autores hasta el siglo XVI inclusive (a los que sólo se dedica 57 cms, un 2%).

Por espacio dedicado. Ya sabemos que los espacios dedicados a los 165 autores suman 3.660 centímetros de texto. Pues bien, sólo diez autores acaparan un 50% del espacio total, y tres casi una mitad de esa mitad. Los nueve autores a los que Arduengo dedica más espacio, todos con más de 100 cms (que son seis páginas en este libro) son por orden decreciente: José Gaos (348 cms), Estanislao Sánchez Calvo (270 cms), Manuel Granell (250 cms), Jovellanos (196 cms), Vázquez de Mella (187 cms), Feijoo (171 cms), Zeferino González (141 cms), Leopoldo Alas (106 cms) y Campoamor (100 cms). Más de tres páginas se dedican a Maximiliano Arboleya (78 cms), Manuel Barbado Viejo (75 cms), Cándido Cimadevilla (73 cms), Adolfo González Posada (60 cms), Adolfo Alvarez Buylla (51 cms), Pedro Rodríguez Campomanes (50 cms), Alvaro Flórez Estrada (48 cms), Fernando García Vela (47 cms) y Francisco Martínez Marina (47 cms).

Por lugar de nacimiento. Sólo 12 de los 165 autores han nacido fuera de Asturias (entre ellos Feijoo, Clarín, Laverde, Alejandro Pidal, Rafael Altamira o el padre Isla). Ahora bien, del resto, de los nacidos en Asturias, la mayor parte viven, incluso desde muy jóvenes, fuera de Asturias. 34 han nacido en el concejo de Oviedo (casi todos fueron civiles, sólo un dominico); de los 8 nacidos en Gijón, 6 fueron civiles (y un dominico y un jesuita); los 4 nacidos en Avilés fueron todos civiles. Sin embargo los concejos no urbanos y de montaña parían hombres de iglesia: los 3 nacidos en Aller fueron dominicos; también los 2 nacidos en Campomanes; de los 8 nacidos en el concejo de Lena, 7 fueron dominicos; de los 7 nacidos en el concejo de Laviana, 3 dominicos y 2 agustinos, &c.

Por primeros apellidos. Los apellidos que aparecen más de tres veces en primer lugar son: 12 Fernández, 10 González, 7 García, 6 Martínez, 5 Díaz, 4 Alvarez, 4 Cuervo, 3 Caso y 3 Suárez.