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Pedro Caravia Hevia
 

Homenaje a Pedro Caravia

Gustavo Bueno: «Don Pedro Caravia se habría asfixiado en la Universidad»

El catedrático indicó, en el homenaje al pensador de cuyo nacimiento se cumplen cien años, que la filosofía ya sólo se hace en los institutos

Oviedo, Javier NEIRA

Abrió el acto Franck Menéndez, profesor de Francés, fundador de la Alianza Francesa y de la Escuela de Turismo y colaborador y amigo de Pedro Caravia. Recordó el papel jugado por don Pedro en la Alianza y comentó que en el momento de la fundación fue indiscutida la figura de Caravia como presidente de la junta promotora de la institución. Menéndez destacó el nivel intelectual y el prestigio social de Caravia, de quien dijo que era generoso y amable salvo con los engreídos, obtusos y de mala fe, con los que se mostraba severo y tajante. También recordó las veladas en la casa familiar de Gobiendes y la presencia fundamental de Clotilde Nogueras, esposa de Caravia.

Alberto Hidalgo, profesor de Filosofía de la Universidad de Oviedo y discípulo del pensador homenajeado, comentó que «para don Pedro la filosofía no era un trabajo o un modus vivendi, era una vocación». Recordó el papel del pensador en la Sociedad Asturiana de Filosofía, de la que fue presidente de honor hasta su muerte, y subrayó su gran generosidad, que le llevó a poner a disposición de la sociedad su biblioteca personal. Hidalgo recordó la última vez que le vio «en Gobiendes, se encontraba enfermo, en la cama, y cuando le preguntamos cómo estaba, respondió con laconismo: “Aquí estoy, así me ven”».

Sobre el pensamiento de Caravia, indicó que era un conciliador entre el realismo y el idealismo, pero desde una perspectiva dialéctica, así que realmente no muy conciliadora. En su estudio de Berkeley, añadió Hidalgo, prueba que la contraposición entre el realismo y el idealismo no es la decisiva de la filosofía, anunciando que llegaría un momento en que no se podrá ser ni realista ni idealista. Hidalgo terminó su intervención recordando que la pieza sobre Berkeley era el texto del que estaba más satisfecho Caravia, de quien llegó a pensar que tenía un sitio en la historia de las artes.

Rubén Suárez, periodista y crítico de arte, indicó que «el arte había ocupado un lugar muy importante en la vida» de Caravia y que «Asturias le debe mucho a su labor en décadas oscuras». Recordó también la figura de Jesús Villapastur, recientemente fallecido, y dijo que «ambos fueron personas decisivas y únicas. Nadie hizo más que ellos por el desarrollo de los lenguajes del arte. Pedro y Jesús, los cito así, como a apóstoles, predicaron la luz en una noche de la que no estoy seguro que haya acabado aún». Suárez recordó la presentación en Oviedo de una exposición de «El Paso» en 1957 y la crítica inteligente que le hizo don Pedro en LA NUEVA ESPAñA. También recordó sus críticas al informalismo de la I Bienal de Arte, más de veinte años después.

El filósofo Gustavo Bueno afirmó a su vez que Caravia era «un personaje de cuerpo entero en lo ético, en lo moral, muy íntegro». Recordó que lo había conocido en los años cincuenta en Madrid, ambos directores de instituto, y cómo destacaba ya entonces en el gremio.

Bueno explicó que en la filosofía no caben especializaciones como en las ciencias. Sin embargo, afirmó, en la Universidad se han producido esas especializaciones, así que la filosofía sólo se hace ya en los institutos y no en la Universidad. «Por eso, don Pedro pudo ser lo que fue, un maestro de moral y de filosofía en una región amplísima, siempre muy respetado en sus juicios, en sus ironías, en sus comportamientos. Un dialéctico muy difícil de encontrar otro igual. En la Universidad se hubiese asfixiado».

Le gustaba mucho pasear y siempre lo hacía del brazo de su hijo Perico

Jorge Fernández Bustillo, catedrático de Filosofía, ex consejero de Cultura y actualmente concejal socialista en el Ayuntamiento de Oviedo, inició su intervención sobre Pedro Caravia, amigo y maestro, destacando su condición «de ciudadano paseante. Le gustaba mucho pasear y siempre lo hacía del brazo de su hijo Perico y con mucha frecuencia con varios de sus amigos. Vivía voluntariamente de una forma modesta, como corresponde a un probo funcionario, según decía. Es más feliz quien da que quien recibe, solía comentar. Una persona ordenada y resignada a la enfermedad y al dolor» a causa de la pérdida casi total de la vista que llegó a padecer.

«Era muy amable, se desvivía con la gente y se enfadaba si no llegaba a ayudar a los demás como esperaba. Siempre indicaba que el humor era inseparable de la inteligencia. Recuerdo una vez con Juan Cueto que casi llegan los dos a morirse de risa. Amaba la inteligencia quizá por encima de todo. Cuando, con los años, se sentía cada vez más débil comentaba con horror cómo temía llegar a perder su capacidad intelectual. Era lo que más valoraba. Sentía el más fuerte rechazo hacia las injusticias. Llegó a romper con algunos amigos de Oviedo por su comportamiento injusto respecto a algunas personas».

Después, Bustillo transmitió un recuerdo especial para el acto –que se celebraba en el Club Prensa Asturiana– de los vecinos de Gobiendes que a través de su persona se sumaban al homenaje al filósofo. Para el próximo verano, dijo, se realizará otro homenaje en la biblioteca de Gobiendes. Asimismo, leyó un texto de otro discípulo de Caravia, Francisco Fierro, director del instituto de Guecho. Fierro indicaba en ese escrito que la enseñanza «de don Pedro era espontánea, libre, irónica, despojada de cualquier pose sacerdotal y muy amiga del ejercicio de higiene y policía que informa a toda crítica ilustrada». También afirmaba en el texto que «cuando la filosofía burocrática, la de las carreras resplandecientes y la de los congresos y las revistas que acontecen estacionalmente como el pedrisco, se parece tanto a la escritura automática de los surrealistas, pero sin genio y sin gracia, da gusto volver» a Pedro Caravia.


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